Deisy
Alejandro Zapata Espinosa*
¡Su cuerpo! ¡El desprendimiento soñado, la ruptura de la gracia atravesada por una violencia nueva!
Arthur Rimbaud: «Genio»
Dentro de una tina de madera con agua caliente Deisy se baña de espaldas al público —las manos sobre la madera y el pelo suelto—. Ronronea una canción, se soba los brazos, juega con las burbujas y se las pone sobre los hombros. Al fondo, una luz cuadrada hace las veces de ventana. Hace un plop y suspira... (A cada frase con comillas, excepto la última, mira al techo).
¡Ah...! ¡Bendito...! ¡Descanso...! Yo descanso y Gabriel no viene. Sean las horas que sean, no viene ni esparce su pecueca hasta mi dormitorio, se quita la camisa ¡y el olor a...! Exagero... ¡Ah...! Sin mi Gabriel, las burbujas se explotarían... Las burbujas con mi imagen... Y mi imagen retratada (Se toca el rostro de los cabellos al mentón) en las pompas iridiscentes, fugaces, adictivas, cambiando existencia por choque... Me reflejan las burbujas de manera tan difuminada que me perfecciono... Una jovenzuela en el día de sus quince, plácida, prometiendo su cuerpo al destino... ¡Ja...! «El cuerpo, un tesoro para prodigar»... (Tócase los senos desde los laterales). ¡Era yo!... «¡Ay!, el infinito egoísmo de la adolescencia, el optimismo estudioso: ¡cuán lleno de flores estaba el mundo aquel verano!»... Hasta que Gabriel, las insinuaciones de las familias, el futuro de dos, la holgura del desprecio y mi casa y mi libertad (Señala el fondo como si dejara volar un pájaro)... Don Gabriel y doña Deisy, los del jardín... que no cultivan... Lo cultivaba yo, le cantaba, me dormía en los picnics de mí conmigo, pero... En esta casa la atención se concentra en uno... (Cuadra su pelo sobre la oreja). No éramos uno porque uno no va a trabajar y dormir a la vez... ¡Y quiera Dios que nunca me salga ese cuello rollizo, que cuando mira hacia arriba se le abulta, y si uno le pasara una tarjeta le barrería el sudor y la mugre!... (Échase agua en la cara). La mugre... (Se zarandea). ¿Ensucio las pompas con mi retrato? Si las ensucio, es una mancha de guillotina: se corta con soplarla... ¿A él le interesó ensuciar mi juventud con su «vejez prematura, adquirida mediante la educación, la lucha desordenada por ganarse el pan y la hotelera vida de soltero»?... (Suspira hondamente). Le descargó la vejez a la muchacha, y la muchacha le abrió puesto para más... Ahora es cuando uno se dice: «¡Tonta! ¡Una mera vida y ya enterrada en el celo de un hombre!»... ¡Me dieron la oportunidad de hacer algo por el mundo!, y decidí que el mundo me corrompiera... ¡Oh...! ¡Caridad...! ¡Confianza...! (Pásase la mano por la nuca). Y llegó él con una carta adjunta: «La tierra tenía fértiles laderas en príncipes y en artistas, y no sólo la descendencia, sino también la raza nos impulsaban a los crímenes y a los duelos: el mundo, vuestra fortuna y vuestro peligro.» Y le creí el haberse inventado tal enigma... Como le creí su pacifismo y su mansedumbre de ternero... (Mira la ventana y le tira un manotazo de agua). ¡Manso!... ¡Creyente!... Manso y creyente me la jugó en mi cama, en mi tina (Acuesta los codos) y para mi bien los encontré aquí metidos... Los asusté prendiéndoles la luz y poniendo a todo volumen a Lennon... A los primeros acordes de la guitarra chapalearon en la tina, se secaron, él me encontró apoyada en el mueble donde tiró su ropa y se la entregué y le abrí la puerta a la invitada... No permití que apagara el equipo, ni que me moviera del mueble, ni que cambiara el agua de la tina, ni que apagara la luz... (Suspira). En la ventana aparece la sombra de un guitarrista; él toca y ella canta una parte de Oh My Love.) Y me dije, metiéndome al agua: «Engalanaos, danzad, reíd. Nunca podré tirar el Amor por la ventana»... Porque teníamos una promesa, o yo la tenía, y en Deisy se mantuvo con permiso de Gabriel, el «santo anciano»... A empezar de cero, a rehabituarnos, a limpiar la mesa del vino derramado... Le di una oportunidad a la muerte, le di una vida al suicidio... Perdoné a fuerza de religión y de muy poca valentía... (Cerca al extremo delantero de la tina). Córrete... (El guitarrista se va). No es él... Olía a chamusquina... Por algo la emborrachó y la bañó: para él enjabonarse los olores... Pompas, compañeras mías, ¿cómo era su cara?... ¿Le celebraron los quince y un hombre acechaba su pureza, la perseguía detrás de los globos? ¿Le prometieron lo inigualable, y lo inigualable era lo que perdía al aceptarlo?... Me cuento estas cosas y más me parece que mi vida es para ser dicha, no para vivirse... Ella lo aceptó, lo eximió de culpas y le declaraba al amor sus fingidos dotes... Pero sabía, sabía que en «Gran parte de lo pasado se conserva lo nuevo, así como mucho de lo nuevo vivía, pronunciándose, en lo anterior»... Es decir, pomas, me ensuciaba: limpiándome (Se limpia) el cabello me ensuciaba las manos, y limpiando las manos en mis aguas, me ensuciaba completa... Y hace falta contar la basura de su boca y el grosor de sus pechos sensibles... Limpiaba, yo en la chiquera, al cerdo... al cerdo de corbata y dos camisas para cambiarse a mitad de día y así no acumular sudor y olores amontonados... El perdón fue mi escoba y mi aromatizante... Gabriel me dedicó, o se dedicó él: «Habían perdonado el uno al otro aquella parte de su pasado de lo cual se avergonzaban, se perdonaban todo en el presente y sentían que su amor los había cambiado a los dos.» Sí, el amor nos había cambiado: (Se anega por completo. La ventana se achica, se refleja un color verde y le suben burbujas. Deisy sale, coge aire y retoma) el amor le dio mi juventud y a mí su vejez... (Pasa su cabello a un lado y se lo peina con los dedos). Y su vejez no me dio sabiduría, capacidad para los negocios, razón... Me dio miedo y temor a su persona... como si tuviera de marido a un mensajero de Dios, a un profeta del plagio, a una rata asfixiada... Y mi juventud le dio mujeres, beatitud y mofa: un domingo de mayo vimos la noticia de que un hombre mató a su expareja en Bogotá yendo a su trabajo y disparándole dos tiros en la cabeza... Y el hombre se tiró a matarse pero lo trasladaron a una clínica... (Imita la voz de Gabriel). «¿Qué tienen esos locos con la cabeza?... Un tiro en el corazón es igual de letal y, en el ataúd, los cercanos le ven el rostro, la despiden... ¡La rabia que tendría que tener!... ¡La rabia...!» Y me abrazó, untándome a sus senos de vaca... (Se estremece y cubre sus pechos). ¡Oh...! ¡Amar el asco!... ¡Reproducirse con el asco!... ¡Darle a la tierra asquerosos!... Y apartarse de los créditos para no ser señalada por las que los sufran como... Mi forma del amor es portentosa, nada agradable, sin veladas románticas, sin cenas de fin de año... ¡Yo me dediqué las canciones de amor, por eso de que éramos dos en uno --cuando lo éramos--! La de Lennon me la dediqué ese día... porque era la que escuchaban... (El guitarrista pasa por la ventana; el instrumento lo sigue. Deisy suspira ruidosa). ¡Mamá: partí al ruedo y me acostumbré a darle vueltas a un elefante colgado!... (Semeja darse un tiro). ¿Qué tienen con la cabeza, señores? (Ríe y se toca el rostro). ¿Los atrae la cabeza de sus prometidas?... (Espolvorea su cabello.) ¡Ay, queridos! (Extiende las piernas sobre la tina. Se relaja). Los atrae poco... Claro que yo decía, como decía una señorita de un cuento (Destaca el drama de sus acciones): «Casarme, ¡oh, no, perdóneme! La persona humana debe perseguir un propósito elevado, brillante; la vida hogareña me ataría para siempre»... Y el atado es el cerdo, pero como somos uno --¿lo somos?--, me até con él... Me até con él o en lugar de él: alguien ha de trabajar... Me até por amor... El de las alegres escapadas, el de los escalofríos, el de las pulsaciones, el que de mis quince años a acá se me ha removido, se cambió por una tina, burbujas y luces opacas en la piel del jabón... (Deisy se coge una cola y se baña los laterales. La ventana cambia a cuadrado. Se levanta y espera, mientras ronronea una canción, que se escurra la mayoría del agua. Practica estiramientos de cabeza). Las pompas y mi reflejo... Ellas tienen el lujo de explotar... y yo... el de la pena... Mi cara es atrayente si una pompa la ve... Mas no las hay en los pasajes comerciales, donde el cuerpo se acorrala... Mi amor se disipó en un enamorado... El gordo entró a desocupar a los pretendientes, a desocuparme a mí de mis fragancias... Porque olerme es olerlo, y salir de esta tina es corromper, a su modo, el aire... (Se soba las piernas). Cuando me rebelo, sin que me vea, y me digo (Da la cara al público, mirando al techo): «”¡Ah, al fin y al cabo, uno no puede amar a la fuerza!”» Otra voz, otra mía, responde (La ventana cambia a círculo y le ilumina la cara, deforme por un ataque con ácido. Habla pasito): «¡Perdona!... Sino “¿cuándo amaré sin que sea a la fuerza?”»... (Con un hilillo de voz.) ¿Cuándo amarás, Deisy?...
El guitarrista termina de tocar los acordes de la canción y ella canta, inmóvil. A medida que termina, la ventana se oscurece. En el silencio y en la oscuridad, Deisy repite: «Everything is clear in our world». Luego se oye un chapoteo y se le tira burbujas al público.
¡Ah...! ¡Bendito...! ¡Descanso...! Yo descanso y Gabriel no viene. Sean las horas que sean, no viene ni esparce su pecueca hasta mi dormitorio, se quita la camisa ¡y el olor a...! Exagero... ¡Ah...! Sin mi Gabriel, las burbujas se explotarían... Las burbujas con mi imagen... Y mi imagen retratada (Se toca el rostro de los cabellos al mentón) en las pompas iridiscentes, fugaces, adictivas, cambiando existencia por choque... Me reflejan las burbujas de manera tan difuminada que me perfecciono... Una jovenzuela en el día de sus quince, plácida, prometiendo su cuerpo al destino... ¡Ja...! «El cuerpo, un tesoro para prodigar»... (Tócase los senos desde los laterales). ¡Era yo!... «¡Ay!, el infinito egoísmo de la adolescencia, el optimismo estudioso: ¡cuán lleno de flores estaba el mundo aquel verano!»... Hasta que Gabriel, las insinuaciones de las familias, el futuro de dos, la holgura del desprecio y mi casa y mi libertad (Señala el fondo como si dejara volar un pájaro)... Don Gabriel y doña Deisy, los del jardín... que no cultivan... Lo cultivaba yo, le cantaba, me dormía en los picnics de mí conmigo, pero... En esta casa la atención se concentra en uno... (Cuadra su pelo sobre la oreja). No éramos uno porque uno no va a trabajar y dormir a la vez... ¡Y quiera Dios que nunca me salga ese cuello rollizo, que cuando mira hacia arriba se le abulta, y si uno le pasara una tarjeta le barrería el sudor y la mugre!... (Échase agua en la cara). La mugre... (Se zarandea). ¿Ensucio las pompas con mi retrato? Si las ensucio, es una mancha de guillotina: se corta con soplarla... ¿A él le interesó ensuciar mi juventud con su «vejez prematura, adquirida mediante la educación, la lucha desordenada por ganarse el pan y la hotelera vida de soltero»?... (Suspira hondamente). Le descargó la vejez a la muchacha, y la muchacha le abrió puesto para más... Ahora es cuando uno se dice: «¡Tonta! ¡Una mera vida y ya enterrada en el celo de un hombre!»... ¡Me dieron la oportunidad de hacer algo por el mundo!, y decidí que el mundo me corrompiera... ¡Oh...! ¡Caridad...! ¡Confianza...! (Pásase la mano por la nuca). Y llegó él con una carta adjunta: «La tierra tenía fértiles laderas en príncipes y en artistas, y no sólo la descendencia, sino también la raza nos impulsaban a los crímenes y a los duelos: el mundo, vuestra fortuna y vuestro peligro.» Y le creí el haberse inventado tal enigma... Como le creí su pacifismo y su mansedumbre de ternero... (Mira la ventana y le tira un manotazo de agua). ¡Manso!... ¡Creyente!... Manso y creyente me la jugó en mi cama, en mi tina (Acuesta los codos) y para mi bien los encontré aquí metidos... Los asusté prendiéndoles la luz y poniendo a todo volumen a Lennon... A los primeros acordes de la guitarra chapalearon en la tina, se secaron, él me encontró apoyada en el mueble donde tiró su ropa y se la entregué y le abrí la puerta a la invitada... No permití que apagara el equipo, ni que me moviera del mueble, ni que cambiara el agua de la tina, ni que apagara la luz... (Suspira). En la ventana aparece la sombra de un guitarrista; él toca y ella canta una parte de Oh My Love.) Y me dije, metiéndome al agua: «Engalanaos, danzad, reíd. Nunca podré tirar el Amor por la ventana»... Porque teníamos una promesa, o yo la tenía, y en Deisy se mantuvo con permiso de Gabriel, el «santo anciano»... A empezar de cero, a rehabituarnos, a limpiar la mesa del vino derramado... Le di una oportunidad a la muerte, le di una vida al suicidio... Perdoné a fuerza de religión y de muy poca valentía... (Cerca al extremo delantero de la tina). Córrete... (El guitarrista se va). No es él... Olía a chamusquina... Por algo la emborrachó y la bañó: para él enjabonarse los olores... Pompas, compañeras mías, ¿cómo era su cara?... ¿Le celebraron los quince y un hombre acechaba su pureza, la perseguía detrás de los globos? ¿Le prometieron lo inigualable, y lo inigualable era lo que perdía al aceptarlo?... Me cuento estas cosas y más me parece que mi vida es para ser dicha, no para vivirse... Ella lo aceptó, lo eximió de culpas y le declaraba al amor sus fingidos dotes... Pero sabía, sabía que en «Gran parte de lo pasado se conserva lo nuevo, así como mucho de lo nuevo vivía, pronunciándose, en lo anterior»... Es decir, pomas, me ensuciaba: limpiándome (Se limpia) el cabello me ensuciaba las manos, y limpiando las manos en mis aguas, me ensuciaba completa... Y hace falta contar la basura de su boca y el grosor de sus pechos sensibles... Limpiaba, yo en la chiquera, al cerdo... al cerdo de corbata y dos camisas para cambiarse a mitad de día y así no acumular sudor y olores amontonados... El perdón fue mi escoba y mi aromatizante... Gabriel me dedicó, o se dedicó él: «Habían perdonado el uno al otro aquella parte de su pasado de lo cual se avergonzaban, se perdonaban todo en el presente y sentían que su amor los había cambiado a los dos.» Sí, el amor nos había cambiado: (Se anega por completo. La ventana se achica, se refleja un color verde y le suben burbujas. Deisy sale, coge aire y retoma) el amor le dio mi juventud y a mí su vejez... (Pasa su cabello a un lado y se lo peina con los dedos). Y su vejez no me dio sabiduría, capacidad para los negocios, razón... Me dio miedo y temor a su persona... como si tuviera de marido a un mensajero de Dios, a un profeta del plagio, a una rata asfixiada... Y mi juventud le dio mujeres, beatitud y mofa: un domingo de mayo vimos la noticia de que un hombre mató a su expareja en Bogotá yendo a su trabajo y disparándole dos tiros en la cabeza... Y el hombre se tiró a matarse pero lo trasladaron a una clínica... (Imita la voz de Gabriel). «¿Qué tienen esos locos con la cabeza?... Un tiro en el corazón es igual de letal y, en el ataúd, los cercanos le ven el rostro, la despiden... ¡La rabia que tendría que tener!... ¡La rabia...!» Y me abrazó, untándome a sus senos de vaca... (Se estremece y cubre sus pechos). ¡Oh...! ¡Amar el asco!... ¡Reproducirse con el asco!... ¡Darle a la tierra asquerosos!... Y apartarse de los créditos para no ser señalada por las que los sufran como... Mi forma del amor es portentosa, nada agradable, sin veladas románticas, sin cenas de fin de año... ¡Yo me dediqué las canciones de amor, por eso de que éramos dos en uno --cuando lo éramos--! La de Lennon me la dediqué ese día... porque era la que escuchaban... (El guitarrista pasa por la ventana; el instrumento lo sigue. Deisy suspira ruidosa). ¡Mamá: partí al ruedo y me acostumbré a darle vueltas a un elefante colgado!... (Semeja darse un tiro). ¿Qué tienen con la cabeza, señores? (Ríe y se toca el rostro). ¿Los atrae la cabeza de sus prometidas?... (Espolvorea su cabello.) ¡Ay, queridos! (Extiende las piernas sobre la tina. Se relaja). Los atrae poco... Claro que yo decía, como decía una señorita de un cuento (Destaca el drama de sus acciones): «Casarme, ¡oh, no, perdóneme! La persona humana debe perseguir un propósito elevado, brillante; la vida hogareña me ataría para siempre»... Y el atado es el cerdo, pero como somos uno --¿lo somos?--, me até con él... Me até con él o en lugar de él: alguien ha de trabajar... Me até por amor... El de las alegres escapadas, el de los escalofríos, el de las pulsaciones, el que de mis quince años a acá se me ha removido, se cambió por una tina, burbujas y luces opacas en la piel del jabón... (Deisy se coge una cola y se baña los laterales. La ventana cambia a cuadrado. Se levanta y espera, mientras ronronea una canción, que se escurra la mayoría del agua. Practica estiramientos de cabeza). Las pompas y mi reflejo... Ellas tienen el lujo de explotar... y yo... el de la pena... Mi cara es atrayente si una pompa la ve... Mas no las hay en los pasajes comerciales, donde el cuerpo se acorrala... Mi amor se disipó en un enamorado... El gordo entró a desocupar a los pretendientes, a desocuparme a mí de mis fragancias... Porque olerme es olerlo, y salir de esta tina es corromper, a su modo, el aire... (Se soba las piernas). Cuando me rebelo, sin que me vea, y me digo (Da la cara al público, mirando al techo): «”¡Ah, al fin y al cabo, uno no puede amar a la fuerza!”» Otra voz, otra mía, responde (La ventana cambia a círculo y le ilumina la cara, deforme por un ataque con ácido. Habla pasito): «¡Perdona!... Sino “¿cuándo amaré sin que sea a la fuerza?”»... (Con un hilillo de voz.) ¿Cuándo amarás, Deisy?...
El guitarrista termina de tocar los acordes de la canción y ella canta, inmóvil. A medida que termina, la ventana se oscurece. En el silencio y en la oscuridad, Deisy repite: «Everything is clear in our world». Luego se oye un chapoteo y se le tira burbujas al público.
*Alejandro Zapata Espinosa (Colombia, 2002) es estudiante de Licenciatura en Literatura y Lengua Castellana del Tecnológico de Antioquia. Twitter: @zalejandro8e. Blog: https://alejandroze8.blogspot.com.